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EN HONG KONG NO HAY LUGAR PARA EL DESCANSO ETERNO

    União Cultural

    Cada domingo, decenas de hongkoneses desfilan por el abarrotado cementerio de Cape Collison para honrar a sus seres queridos. Frente a tumbas y nichos, los visitantes adecentan las lápidas con trapos húmedos, depositan platos de fruta u otras viandas de las que gustaba el difunto en vida y queman billetes de papel y barritas de incienso antes de volver a sus rutinas domingueras.

    Por esos mismos senderos que delinean las hileras de sepulcros, hace una semana paseaba un cabizbajo Andrew Chan con su mujer del brazo. "Hemos venido a preparar el funeral de mi padre", explica con tristeza este joven de 36 años. "Los doctores nos han dicho que está terminal y que no vivirá mucho más. Su último deseo es ser enterrado aquí".

    Como el progenitor de Andrew, generaciones enteras de hongkoneses han seguido durante décadas los mismos hábitos a la hora de planear su vida en el más allá, compitiendo por hacerse con los sepulcros de primera línea en las montañas o a la vera del mar o gastando pequeñas fortunas en urnas de jade y elaboradas ceremonias.

    Pero el problema es que Hong Kong, una de las ciudades más densamente pobladas de todo el planeta, no da más de sí. En sus poco más de mil montañosos kilómetros cuadrados, la mayor parte declarados reserva natural, se apiñan 7,5 millones de personas en los espigados rascacielos que perfilan su paisaje urbano. Aquí, si ya es dificil encontrar un espacio libre y asequible para habitar en vida, cada vez hay menos donde elegir para los muertos.

    'Campaña' para promover la cremación

    Con una población que no deja de crecer, el Gobierno local lleva cuatro décadas persuadiendo a los residentes para que abandonen los entierros en favor de la cremación, logrando pasar del 35% de incineraciones en 1975 a un exitoso 92% en 2014, un año en el que según el censo murieron casi 46.000 personas.

    Pero, ahora, Hong Kong se está quedando también sin espacio para almacenar esas cenizas, y mientras que los ocho columbarios públicos en los que los familiares pueden guardar las urnas funerarias están casi llenos, los privados tienen unos precios tan elevados (entre cinco y 30.000 euros) que lo convierten en una opción prohibitiva para la gran mayoría.

    Conscientes de ello, el Gobierno planea construir nuevas instalaciones para albergar las cenizas de los futuros muertos en los próximos años. Sin embargo, los residentes cercanos a los lugares propuestos se resisten a ello, ya que creen que los precios de sus inmuebles bajarán por la proximidad a estos camposantos, mientras que los más supersticiosos temen que los fantasmas y los espíritus puedan afectar al 'feng shui' de sus moradas.

    'Entierros verdes'

    Ante esta situación, que provoca que entre la muerte de una persona y su servicio funerario puedan pasar varias semanas o meses, las autoridades decidieron hace pocos años promover con ahínco los llamados "entierros verdes", aquellos en los que la gente esparce las cenizas de sus allegados en jardines creados a tal efecto o en alta mar.

    Pero en una sociedad donde los ancestros son venerados sin descanso, muchos consideran esta idea una aberración. La tradición china dicta que las familias del difunto devuelvan su cuerpo a su lugar de nacimiento para enterrarlo o que se guarden sus cenizas, para que así sus descendientes puedan recordarle y sirva de unión entre el mundo de los vivos y los muertos.

    "Quiero tener un lugar donde puedan visitarme y rezar por mí", señala en esta línea el jubilado de 65 años Christopher Wang. "Que me quemen, es más sencillo y ahorra espacio y dinero, pero que me guarden en un espacio propio", apostilló.

    Para cambiar esta percepción tan arraigada, sobre todo entre los más ancianos, el Gobierno hongkonés no está escatimando esfuerzos. Durante meses, funcionarios públicos han visitado centros de mayores para publicitar las virturdes de esta "vuelta a la naturaleza", se ha creado una página web con tumbas "virtuales" como alternativa a las clásicas y han financiado anuncios en los medios de comunicación para promocionar los "jardines de la memoria", lugares donde los familiares esparcen las cenizas y pueden colocar una pequeña placa como recuerdo.

    Sin embargo, las autoridades reconocen que por ahora no están teniendo mucho éxito y que, dado que muchos familiares creen que estas son opciones irrespetuosas para con los muertos, tan solo un 9% de los incinerados en 2015 decidió esparcir sus restos según cifras oficiales.

    Otro frente abierto son las críticas de los vendedores de ataúdes, urnas o flores -entre otros- que se oponen a estos cambios. "Sólo con la promoción de los 'entierros verdes' no solucionarán la falta de espacio", declaró Lam Wai-lung, director de la Asociación de Negocios Funerarios, que agrupa a 60 tiendas del sector. De acuerdo con sus cálculos, en octubre había entre 80.000 y 100.000 urnas con restos mortales en casas o funerarias esperando encontrar un lugar disponible. "Y si el Gobierno no construye más nichos, la situación irá a peor".

    Problema general

    Los problemas de Hong Kong son similares a los de otras ciudades de China, como demuestra el documento emitido a finales de febrero por el Ministerio de Asuntos Civiles chino alentando a los ciudadanos a optar por los entierros ecológicos y otras fórmulas que ahorren espacio dada la falta de terreno que aqueja a urbes como Pekín.

    Aunque saben que llevará tiempo, el Gobierno hongkonés confía en que las facilidades ofrecidas y los incentivos económicos calen entre una juventud más preocupada por sus estrecheces financieras y falta de vivienda digna que por el más allá, algo que en el futuro podría aliviar la presión sobre los cementerios.

    "No necesito un sitio para que mis hijos pierdan el tiempo visitándome", declaró un joven apellidado Po al ser preguntado sobre su futuro. "Las tumbas son más caras que una casa, no merece la pena", bromea.

    De la misma opinión es Ming Fei Li, de 29 años. Aunque reconoce que su abuela sí que les ha pedido ser enterrada, tanto ella como su madre están dispuestas a que esparzan sus cenizas cuando fallezcan. "¿Para qué gastar el dinero? Me vale con que me lleven en el corazón. No necesito nada más".

     

    “EL MUNDO”, España, 16/3/2016